
Ruanda, una perspectiva ocupacional
“Cuando te das cuenta del valor de la vida, te preocupas menos por discutir sobre el pasado y te concentras más en la conservación para el futuro”
Dian Fossey
Hay aventuras que comienzan en un aeropuerto, o en este caso en tres, más concretamente en los de Madrid, Bruselas y Kigali (la capital de Ruanda, un pequeño país del África central con poco más de 11 millones de habitantes).
En este viaje se encuentran ocho personas “desconocidas” hasta ese momento que tienen horas y horas de aeropuerto en aeropuerto por delante para conocerse más e intercambiar las expectativas que puede conllevar una aventura así. Después de los tiempos de espera para coger los respectivos vuelos, de (mal) dormir entre salas de espera y asientos de avión y del cansancio acumulado tras viajar durante 24 horas, llegamos a nuestro deseado destino: Ruanda.
A pesar de todo, nos sentimos preparados, comienza nuestro voluntariado. Mariano, el médico que vive allí desde hace 22 años, que será nuestro maestro durante toda la estancia, nos recibe con la más cálida y cariñosa bienvenida que se puede pedir. Llegamos de noche y entre abrazos y sonrisas, cogemos el equipaje y lo organizamos en los coches que nos llevarán a Nemba donde pasaremos el próximo mes.
Tras los primeros días de adaptación y después de la visita al Hospital, al Colegio y al Instituto de Nemba, ya estamos preparados (o eso creemos) para trabajar en nuestras respectivas áreas.
Durante todo el mes, se trabajará en el área de Pediatría y Psiquiatría del Hospital de Nemba, además de impartir formación a los familiares de los pacientes o “Gardes de malade” acerca de temas muy diversos tales como educación sexual, patología general, higiene bucal, etc. En el hospital cobra especial importancia el papel de los cuidadores, ya que son quienes pasan 24 horas con los pacientes y serán ellos quienes hagan de “enfermeros” de sus familiares ingresados.
El papel que desarrollan los voluntarios en el área de pediatría también es de enorme importancia, ya que las estancias de ingreso de los niños pueden prolongarse, en ocasiones, a lo largo de varios meses debido a las patologías que presentan (osteomelitis, fracturas, quemaduras, etc.). Estas funciones las desarrollan Darío, Zaida y Arancha dispuestos a revolucionar las tres áreas (psiquiatría, pediatría y la formación a los familiares) , y a dar qué hablar entre los profesionales del Hospital.
Además del hospital, también se colabora en el Colegio de Nemba, y durante todo el mes se imparten clases de Biología, Ofimática, Inglés y Educación Física entre otras, además de trabajar en el Instituto o “Petit Séminaire” donde asisten los estudiantes más brillantes de Nemba y donde se imparten clases de Biología Humana y de Radio. Gracias a una voluntaria aprenden a grabar, emitir y retransmitir noticias.
Tres de las restantes voluntarias, Rebeca, Ángela y Nayara se encargan de formar a los pequeños y grandes estudiantes de Nemba. Además Rebeca, periodista, será la “reportera” durante toda nuestra estancia.
Cristina, la fisioterapeuta del equipo y yo, terapeuta ocupacional, nos encargaremos del área de fisioterapia del Hospital. Los primeros días trabajamos codo con codo con el fisioterapeuta local, John, quien se encarga de enseñarnos cómo funciona todo: días de “escayolas” (para la corrección de las deformidades de miembro inferior de varo y valgo), días destinados a la atención pediátrica (sobre todo parálisis cerebral infantil y hemiparesias) y días de pacientes traumatológicos (en los que se engloban multitud de patologías).
Enseguida nos adaptamos a la rutina, y dependiendo de qué día es, nos encargamos de ayudar a John con las escayolas, de realizar las sesiones de pediatría o de asistir en las sesiones de traumatología. Es entonces, cuando nos surgen dudas acerca de cómo podríamos ser más útiles en la intervención con dichas personas, más concretamente en las sesiones de pediatría.
Las historias de las familias son sobrecogedoras. Muchas madres y padres, salen de sus casas de madrugada[4] para llegar puntuales a las sesiones de fisioterapia a las nueve de la mañana, sesiones que apenas duran una hora y vuelta a casa a alimentar a sus hijos.
Cabe destacar que Ruanda, conocido como “el país de las mil colinas y millones de sonrisas”, está rodeado por multitud de colinas y en dichas colinas es donde viven la mayoría de las familias. Esta disposición conlleva a que las personas que quieran acceder a los servicios médicos, tengan que andar y andar durante horas para llegar al Hospital, localizado en el centro de Nemba. La mayoría de familias no se pueden permitir coger los autobuses, y aunque pudieran, éstos no acceden a las “mil colinas” de Nemba.
Ante esta situación, nos planteamos que la “mejor intervención” (la mejor de las intervenciones teniendo en cuenta la realidad a la que nos enfrentamos) es formar a las madres de los niños con PCI para que sepan, teniendo en cuenta las características particulares de cada niño, cómo poder seguir trabajando en casa y continuar con el tratamiento.
Le planteamos la propuesta a Mariano, y con una sonrisa en la cara, nos da el visto bueno para llevarla a cabo. El planteamiento será el siguiente: citaremos a las madres una vez a la semana en la sala de reuniones del hospital, se les pagará el transporte, se les dará un almuerzo para amenizar la mañana y se les formará por medio de los conocimientos de Terapia Ocupacional y Fisioterapia pediátrica, acerca de la patología que presentan sus hijos, las variantes que existen dependiendo de su clínica y cómo se puede tratar.
Preparamos un power point lo más esquemático y sencillo posible con el fin de que entiendan de qué trata la patología a rasgos generales y preparamos unos “tatamis” que hemos conseguido llevar a la sala de reuniones, para explicarles de primera mano cómo trabajar con cada niño. Tras la presentación de la patología (en ocasiones es la primera vez que les han hablado de qué padecen sus hijos), nos sentarnos con todas las familias en los tatamis y vamos una a una, ayudadas por una traductora (la limitación del lenguaje siempre se hace presente), explicándoles los ejercicios más adecuados que pueden realizar con sus hijos y por qué éstos son los más idóneos.
La sesión adopta un clima de atención e interés sobrehumano; cada madre con su hijo está con los cinco sentidos puestos y alerta a todos los movimientos que se realizan con sus niños y con los de sus compañeras, y entre preguntas, carcajadas, almuerzo y ejercicios transcurre la mañana. Ver cómo, una vez acabada la intervención con cada niño, la madre sigue realizando los mismos ejercicios y de la mejor manera, no es algo que se pueda expresar con palabras.
Las siguientes semanas transcurren de la mejor manera, combinando las sesiones de “Terapia Ocupacional – fisioterapia” con la formación individualizada de las madres. Las caras de alegría y ganas de aprender cada mañana, nos hacen crecer, creer y seguir mejorando cada tarde cuando llegamos a casa, para encontrar siempre mejores ejercicios, mejores estrategias y mejores técnicas de tratamiento.
Pero todo lo bueno llega a su fin y después de un mes disfrutando y aprendiendo como nunca, toca decir adiós a las colinas, a su gente y su forma de vivir, a los caminos y a los paisajes que nos han rodeado durante todo un mes y que nos han dado tanto en tan poco tiempo.
Un comentario sobre “Ruanda, una perspectiva ocupacional”
Que bella experiencia, muchas gracias por compartir y traspasar fronteras.
Saludos.desde Chile