Los retortijones del poder
Cárcel Museo de Tuol Sleng (Camboya). Foto: Dani Emeric
“La historia de las luchas por el poder sigue estando casi totalmente oculta. El saber no entra en ello: eso no debe saberse”
(Michel Foucault)
Si bien todos convivimos, en mayor o menor medida, con prácticas de dominación, construidas y legitimadas por discursos de poder; no siempre es fácil identificar unas y otros, y acaba siendo relativamente sencillo, si no se afronta la realidad desde una perspectiva de constante alerta, contribuir y formar parte de aquello que nos otorga una posición privilegiada mientras oprime a terceros. Una buena fórmula que nos prevé de caer en esto y que nos sirve a la vez para identificar las prácticas de dominación, es el cuestionamiento y la crítica de lo hegemónico, es decir, de lo que ocupa una posición de supremacía, haya sido o no cuestionada con anterioridad.
Pues es cuando al poder se le critican los fundamentos que lo sostienen en esa primacía jerárquica, cuando quienes lo poseen tratan de aferrarse a él con todas sus fuerzas, y despliegan a tal efecto todas las estrategias y mecanismos que su posición de privilegio les ofrece para deslegitimar a quien cuestiona. Hasta el punto de que si la crítica se sostiene en el tiempo, se ve reforzada o consolida sus argumentos, o se colectiviza entre quienes antes no habían sido conscientes de su condición de oprimidos, el poder se retuerce sobre sí mismo y colea con fuerza, dejando ver en ocasiones su más rancia (y auténtica) cara.
El título de esta entrada pretende ofrecer una imagen en primera persona, de estos momentos en los que el poder se repliega sobre sí mismo henchido de contrariedad. Una imagen, que nos sirva para entender, el coraje y desconcierto que debe existir en los tronos del poder, cuando los movimientos peristálticos no responden al orden establecido.
Podría ilustrar con multitud de ejemplos de la vida cotidiana los retortijones del poder: la irritación del profesor frente al alumno que se niega a cambiar por completo la idea original de su TFG, el tartamudeo del funcionario cuando el ciudadano le hace ver su escasa diligencia en la gestión de los bienes públicos, la junta directiva que se siente ofendida frente a los interrogantes de sus socios respecto a la administración económica de la organización, el puñetazo del nazi a quien desacredita públicamente su ideología, el insulto del taurino a quien se manifiesta contra la tortura animal, la seducción del corrupto para involucrar a quienes le cuestionan en sus prácticas, la redacción de calificativos como “poco colaborador”, “problemático” o “agresivo” en los informes del paciente que no comparte los criterios médicos, la obligación de escribir en un idioma distinto al propio para ser leído, los atractivos anuncios publicitarios diseñados para no plantearte bajo qué condiciones de explotación se confecciona la ropa que compras, el “no” de una revista a un artículo contrario a su línea editorial, el pretendido elogio de una trabajadora social a un usuario cuando dice: “no es el típico gitano”, el miedo al paro con el que juega el empleador para que el trabajador no reivindique unas mejoras salariales que merece, etc. etc.
Evidentemente, no todas las prácticas que pretenden sostener un determinado estatus quo resultan tan evidentes, ni son patrimonio exclusivo, como ya advertía Foucault, de los aparatos del Estado (policía, prisión, gobierno, ejército, etc.). En ocasiones, la estrategia del poderoso al verse cuestionado es hacerse el indignado, mostrarse a los demás como la víctima del problema… algo así como Ricardo Darín en el timo del billete en “9 Reinas”, cuanto mayor resulta la dramatización, menos se cuestiona la legitimidad de quien vocifera.
En otras ocasiones, las estrategias del poder son sutiles contra-argumentaciones, dirigidas esencialmente a quienes se encuentran en una posición indeterminada o no han tomado conciencia siquiera del problema, para prevenir que voces disidentes siembren en ellos semillas impropias. Quienes hayan visto Origen (Inception) sabrán de las resistencias del sistema cuando alguien intenta introducir en él una idea original. El final de Jon Snow puede también servir como ejemplo paradigmático a este respecto.
La necesidad de reflexionar una vez más sobre el poder, me nace de la percepción de un auge, entre los miembros de mi profesión, de un discurso que condena la actuación opresiva evidente, pero que justifica y emplea sus mismos argumentos, para ser connivente con otras prácticas de dominación sutiles, que comparten raíz, pero que son, a la vista de cualquier ojo ingenuo, amables e inocuos frutos de la costumbre.
Peregrinas argumentaciones como que: “el toro de lidia se extinguiría si no existiera el toreo”, “los pederastas no se curan nunca”, “también hay mujeres que ponen denuncias falsas”, “en España hay muchas familias de aquí necesitadas”, “es que con según qué cosas no se debería bromear”, “quieren vivir así, no se quieren integrar”, “si hay un día de la mujer ¿por qué no hay un día del hombre?”, “que en su casa hagan lo que quieran, pero en la calle no que hay niños”… finalmente constituyen el cimiento ideal para sostener en lo cotidiano, prácticas opresoras que legitiman la micro-violencia primero, y la tortura animal, la violencia de género, las violencias homófoba y racista, el recorte de libertades o la negación de la capacidad de cambio de las personas después… Cuestiones todas ellas, que creo tienen una estrecha relación con el trabajo que hacemos los terapeutas ocupacionales, en tanto en cuento, generan secuelas y atentan contra la autonomía de los seres humanos.
Porque si algo tienen los ejercicios de resistencia frente a lo hegemónico es que sirven, como ayer decía Manuel Jabois, para “desenmascarar a los tibios, que son igual de miserables porque actúan desde la superioridad moral de quienes no justifican la agresión pero sin embargo la blanquean”. Es decir, que nos descubren a quienes han ocupado el espacio de la centralidad, no para desarrollar en él la virtud de la prudencia ante cualquier juicio, sino para apalancarse en la cuestionable posición de tragar con todos y con todo, mientras nadie les pise “lo fregao”.
En mi opinión, es tiempo de que la terapia ocupacional tome temperatura para salir de la tibieza, y se posicione con nitidez frente a la realidad, para saber, al menos, en qué liga jugamos, de qué lado estamos y a qué intereses vamos a servir. Con un índice creciente de agresiones homófobas, ante la pasividad europea frente a la crisis de refugiados, con casos como el de Ángela González, o con dieciséis mujeres muertas en lo que va de año encima de nuestra mesa, no creo que queden más alternativas.
2 comentarios sobre “Los retortijones del poder”
Lo mejor que he leído hasta ahora. Totalmente de acuerdo con el argumento, aunque podríamos ir un poco más allá, ya que dentro de los mecanismos del poder viviente de Faucoult también integra las llamadas Ciencias del cuerpo, Ciencias sociales. Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población son los ejes alrededor de los cuales se despliegan los mecanismos de poder sobre la vida, y de eso sabemos mucho los Terapeutas ocupacionales…
Muchas gracias por el comentario Noel!
Queda abierta y pendiente esa profundización necesaria, y sería todo un gustazo que puedas complementar esta pequeña aportación con todo lo que nos has venido apuntando en este y otros comentarios anteriores!, esperamos pronto ese post!!!.
Un saludo!