Hacia los orígenes sociales de la Terapia Ocupacional

Hacia los orígenes sociales de la Terapia Ocupacional

eecd2210-3ca7-410f-b8f2-420dd3eb045b

“Tras la enfermedad, la indigencia y un sentimiento de culpabilidad, no hay nada tan nocivo para la salud y para la vida misma como la falta de una forma apropiada de expresión de las facultades activas”.
Jane Addams, 1892

Chicago. Finales del siglo XIX. Miles de inmigrantes procedentes de diferentes nacionalidades europeas llegan a la ciudad huyendo de la pobreza en la que vivían en sus países de origen. Son cerca de 10.000 italianos (procedentes sobre todo del sur: napolitanos, sicilianos y calabreses) pero también alemanes, judíos polacos y rusos, junto con una importante colonia de checos. Cada nacionalidad va ocupando zonas concretas y delimitadas de la ciudad en un reparto territorial que podría dibujar las fronteras de una Europa que experimenta profundos cambios en la industria que provocan modificaciones en el terreno económico y productivo así como importantes desplazamientos de seres humanos tanto dentro como fuera del continente buscando un futuro mejor para ellos y para sus familias

Al llegar a Chicago, muchas de estas personas tienen que asumir trabajos en condiciones de explotación, desempeñando tareas en fábricas y talleres que no han querido realizar otros trabajadores con lo que esto puede favorecer la precarización y la vulnerabilidad, pero además los talleres están empleando a cientos de niños y niñas en edad escolar con el consiguiente riesgo de perpetuación de los ciclos de pobreza y marginalidad.

La realidad del entorno supone un desafío constante a la salud: calles “indescriptiblemente” sucias, pésimo alumbrado público, cientos de casas que no disponen de conexión al alcantarillado. Muchas de ellas no tienen siquiera agua corriente salvo, en algunas, un grifo situado en el patio trasero. Las viviendas, hechas con madera, en unas condiciones sumamente frágiles, de cierta provisionalidad, se construyeron pensando en ser habitadas por una sola familia pero finalmente han sido ocupadas por varias repartiéndose habitaciones y zonas comunes. Las familias que de manera tradicional han vivido en la zona y que disponen de mayores posibilidades económicas tratan de marcharse del barrio hacia otros lugares más cómodos y con menos dificultades sociales. Eso sí, hay un bar por cada 25 hombres, y “no hay duda de que el bar es el centro de la vida social y política más animada del distrito”. Como decía Bernardo Atxaga en “Obabakoak” al referirse a otro tiempo, a otro contexto: “¡Cuántas vidas han salvado las tabernas!”.

De forma somera esa podría ser una aproximación al contexto en el que Jane Addams decide poner en marcha un centro social para responder a todos los aspectos de la vida del vecindario. ¿Por qué ese sitio? Su respuesta es tan clara como contundente: “Por la oportunidad que representaba su diversidad y la variedad de actividad”. La diversidad como oportunidad. La diversidad como un valor. El Centro Social estaba ubicado en una gran casa en medio de ese barrio con esa enorme mezcla tanto social como cultural. Un espacio en el que muchas mujeres (y unos pocos hombres) van a residir para poner sus conocimientos, su experiencia y su trabajo en post de la transformación social a través de diferentes acciones que se desarrollan en torno a cuatro grandes ejes: social, educativo, humanitario y cívico. Mujeres que tuvieron, además, que luchar de manera constante contra la discriminación a la que eran sometidas por el sólo hecho de ser mujeres, cuyas producciones teóricas y tecnológicas serían prácticamente ignoradas por la Escuela de Chicago (una de las Universidades más prestigiosas para la filosofía y la economía del siglo pasado), acusadas de priorizar las necesidades de la sociedad sobre las necesidades de investigación porque la ciencia, a juicio de ellas, debía estar al servicio de la reforma social (Verde, 2013).

Desde su nacimiento este centro social se convierte en un lugar que, a modo de oficina de información e interpretación, sirve para poner en relación a los nuevos habitantes del barrio con su entorno. Se implementan actividades de encuentro como clubes de lectura, clases de cocina, de costura, arreglo y bordado (por ejemplo, Addams cuenta que “cien niñas italianas acuden los lunes, cosen y se llevan a casa una nueva prenda lo que se convierte en rutina para toda la familia”), actividades educativas o un servicio de guardería: “Cada mañana pequeñitos italianos, hebreos, franceses, irlandeses y alemanes se reúnen en nuestro salón y nada parece despertar más la admiración en el vecindario tanto como el hecho de que “les aguantemos”. Pero también se ponen en marcha acciones para la atención de las personas mayores, enfermas o con algún tipo de discapacidad.

Jane Addams, que recibiría el Premio Nobel de la Paz en 1931, entiende que la pobreza es un problema social y comunitario y las acciones que emprende tienen en cuenta este encuadre global, de análisis y de práctica política: estudian de manera pormenorizada la realidad de la zona (“investigar para conocer y tener conocimientos para actuar”), realizan multitud de informes que envían a las autoridades locales para tratar de provocar cambios en las actuaciones que se realizan en el vecindario; el Centro Social se convierte en lugar de reunión para organizaciones y sindicatos o se apoya y acompaña la creación de estos.

La “Hull House” fundada por Jane Addams fue un gigantesco laboratorio social que, en palabras de Carmen Verde (2013), se convirtió en “el instrumento con el que, desde posiciones reivindicativas frente al capitalismo industrial, intentó paliar los efectos devastadores de la profunda deshumanización y degradación que observaba como consecuencia de la rápida industrialización de Chicago”.

Ese es el lugar, poco recordado en Terapia Ocupacional, al que llega en 1911, Eleanor Clarke Slagle. Ese es el contexto social y político en el que surge la Terapia Ocupacional. En 1916, Slagle dirigiría la primera escuela profesional de terapeutas ocupacionales. Un año más tarde participaría en la fundación de la National Society of the Promotion of Occupational Therapy (NSOPT; que en 1923 cambiaría su nombre por el de Asociación Americana de Terapia Ocupacional – AOTA-). Tal vez fuese oportuno no olvidar dónde nació la profesión. Tal vez sería bueno tenerlo presente en tiempos en los que se necesitan anclajes para explicar e interpretar la realidad y para darle forma a lo que hacemos de una manera comprometida con la realidad que nos rodea.

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Addams J. (2013) Hull House: el valor de un centro social. Madrid: Ediciones Paraninfo y Consejo General del Trabajo Social.
  • Morrison Jara R. (Re)conociendo a las fundadoras y “madres” de la terapia ocupacional. Una aproximación desde los estudios feministas sobre la ciencia. TOG (A Coruña) [revista en internet]. 2011 [11/02/2015]; 8 (14): [21p.]. Disponible en: http://www.revistatog.com/num14/pdfs/original4.pdf
  • Sanz Valer P, Rubio Ortega C. Eleanor Clarke Slagle, fundadora y “madre” de la terapia ocupacional. Su legado. TOG (A Coruña) [revista en Internet]. 2011 [10/02/2016]; 8 (13): [19p.]. Disponible en: http://www.revistatog.com/num13/pdfs/historia1.pdf
  • Verde Diego C. Hull House: la ciencia al servicio de la reforma social. En Addams J. (2013) Hull House: el valor de un centro social. Madrid: Ediciones Paraninfo y Consejo General del Trabajo Social.

2 comentarios sobre “Hacia los orígenes sociales de la Terapia Ocupacional

  1. Hola, que interesante lo que nos contás en este post! Gracias y felicitaciones x “ocupanso los margenes”! Comparto tu interés en reflexionar sobre los orígenes y contextos!
    Saludos afectuosos
    Daniela

  2. Que similar la situación inicial que relata el texto a la que estamos viviendo hoy con la gran cantidad de inmigrantes que han llegado a Europa y alrededores.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *