
Honestidad ocupacional
“Si no respetan los derechos humanos y encima no cumplen su objetivo ¿por qué siguen abiertos?”
(Juanlu Sánchez)
En el ámbito de la empresa y las organizaciones, a veces se escucha la expresión “estar alineado”, para referirse al grado en que sus miembros, empleados y/o voluntarios conocen y se encuentran comprometidos con los fines y objetivos de la institución, y trabajan volcando sus esfuerzos en dirección a su consecución. Alinearse, no solo implica, por tanto, invertir un tiempo de trabajo de calidad en una dirección, como lo haría (muy simplificadamente) quien en un taller mecánico resuelve un procedimiento concreto de la línea de producción (pintar un chasis), sino, además, conocer el encuadre específico, en aras de un objetivo mayor, de las funciones que me han sido asignadas (construir coches de “X” marca), y comprometerme con esa visión trascendente y transformadora de la realidad de quien identificó, impulsó y/o diseñó la empresa que afrontamos (convertir el transporte en un automóvil de la marca “X” en una experiencia significativamente distinta, más segura, confortable y ecológica, etc.). Alinearse es necesario y relevante, pues la globalización, la tecnificación y la especialización de los procedimientos en muchos sectores, ha supuesto que gran parte del personal de algunas empresas se encuentre a mucha distancia (física, intelectual, social y emocional) del “producto” final de su trabajo, y el sentido de lo que hace quede altamente difuminado.
Alinearse, no significa necesariamente asumir una “disciplina de partido”, puede y debe existir un margen para la discrepancia (discusión sobre los procedimientos, herramientas de trabajo, etc.), para la defensa de los intereses particulares (condiciones de trabajo, promoción personal, etc.) y la creatividad (distintas y mejores formas de alcanzar los fines propuestos); pero sí, en los límites de esas variables, parece imprescindible un cierto nivel de lineamiento común que nos direccione hacia la meta a conseguir.
Para saber cómo de alineados están los terapeutas ocupacionales con respecto a los fines de la disciplina y cuánto de honesto es nuestro discurso, nuestra práctica diaria y nuestro compromiso, sería necesario, primero, definir nuestra idea original y trascendente, nuestra propuesta diferencial en relación a otras disciplinas, lo que Kielhofner vino a identificar como el Paradigma de la profesión. Sin duda, muchos autores, entre ellos el propio Kielhofner, han reflexionado en profundidad sobre esta cuestión, que viene a definir la cultura de la profesión, determina las personas que se benefician de ella y orienta las actuaciones técnicas de los profesionales; y, aunque no es el objetivo de esta entrada, para avanzar en ella, necesitamos convenir que esa idea original de la terapia ocupacional, viene a ser algo así como la búsqueda de la salud, el bienestar y la participación de las personas y las poblaciones a través de la implicación en ocupaciones cotidianas, considerando éstas como un derecho humano básico y una cuestión de justicia, que requiere para su consecución de cambios personales y sociales profundos.
Sin duda este aterrizaje forzoso sobre nuestro Paradigma bien merecería una revisión y análisis más minucioso, y lanzo la idea de lo interesante que podría resultar un debate a cuatro o cinco manos a este respecto en el Blog, para quien la quiera coger. Pero al menos un esbozo básico nos permite aproximarnos al hecho de medir nuestra sinceridad con respecto al núcleo central de la propuesta de la profesión, pues uno no puede dejar de pensar que, bien por la exigencia de las tareas altamente especializadas que realizamos (movilización de un miembro superior, cumplimentación de cuestionarios de evaluación, modificación de sillas de ruedas, adaptación de un entorno, etc.), o por el confinamiento generalizado de nuestros compromisos al espacio y el tiempo dedicado formalmente al trabajo, y no más allá de éste, quizá en no pocas ocasiones estemos desvirtuando el contrato social que nos vincula a la consecución de objetivos más trascendentes. Al menos parece, y este es un personalísimo punto de vista), que el soslayo de la profesión a sus compromisos y la evitación, consciente o no, de significarse ante determinadas realidades, evidencian un notable grado de cinismo y falsedad.
Convendría considerar aquí, ante un grupo de peones alienados y/o dispersos, el papel del patrón y el sindicato en la promoción de esa otra visión; acudiendo al caso concreto, a la responsabilidad de las instituciones de la terapia ocupacional (asociaciones, colegios y universidades esencialmente). Pues corresponde a ellas posicionarse frente a los problemas ocupacionales de la población, elevarlos a la agenda pública y hacerlos extensivos a cada uno de sus miembros para, paulatinamente, ganar su compromiso.
Un ejemplo evidente y de plena actualidad, es la situación de las personas en los CIES (Centros de Internamiento de Extranjeros), establecimientos para la retención de personas con un expediente abierto para la expulsión del país y que, en la práctica, las someten, durante un plazo máximo de 60 días, a condiciones “cuasi” carcelarias (al igual que las prisiones, dependen del Ministerio del Interior) sin haber cometido ningún delito y por circunstancias tan variopintas como: no tener papeles, trabajar sin haber obtenido permiso de trabajo, ejercer la mendicidad, etc. A ello además se suma el incumplimiento sistemático de la normativa interna que los regula, la ausencia de recursos y personal, y las denuncias de malos tratos que venimos conociendo desde su apertura. Daré por hecho (y creo es mucho suponer) que a todos/as los/as terapeutas ocupaciones ese modelo de gestión de la inmigración nos parece abusivo, cuanto más contrario a nuestra esencia profesional; pero para quien entienda que la política de expulsión es la coherente, ponderada y justamente debida a un ser humano, Juanlu Sánchez apuntaba hace solo dos días un dato demoledor: y es que los CIES no funcionan. Ni siquiera son capaces de ejecutar las expulsiones, única razón de su existencia, lo que los convierte en instituciones deslegitimadas de base y en una inversión de recursos absurda.
Todas estas situaciones, resultarían más que suficientes para plantear un posicionamiento claro en defensa de los derechos humanos que abogue por el cierre de los CIES y, sin embargo, parece que las condiciones de privación a las que se somete a estas personas, (por el mero hecho de ser extrajeras, no lo olvidemos) añaden un componente ocupacional significativamente distinto, que debiera exigir de nuestra profesión no una declaración al uso o una adhesión a planteamientos de terceros, sino una postura institucional nítidamente diferenciada, en lógica vinculación con nuestro Paradigma y que insistiera en el impacto de la privación ocupacional sobre las personas internas, como parte singular de una violación generalizada de sus derechos. Quizá de un planteamiento institucional robusto, derive con mayor facilidad un compromiso individual posterior, sobre todo en lo referente a posiciones tan controvertidas como lo son las tesis abolicionistas.
¿O es que alguien se imagina al Colegio de Veterinarios denunciando el Toro de la Vega con la misma contundencia que un grupo de voluntarios? ¿o al Colegio de Arquitectos posicionándose frente a los desahucios con tanta rotundidad como una activista social de nombre Ada Colau (ex estudiante de filosofía)?. Vaya… parece que a la luz de los ejemplos, en todas partes cuecen habas, y que los “profesionales” nos hemos dejado ganar la “batalla de lo importante”, por personas “de la calle” quizá más activas y comprometidas con una visión trascendente de las cosas. Tal vez, y solo tal vez… porque mientras “ellos” tienen muy claro que lo procedente en justicia es el cierre de los CIES (la abolición del Toro de La Venga o el Stop Desahucios), “nosotros” hemos preferido, primero, ser leales a nosotros mismos, y visibilizarnos como profesionales imprescindibles en sus “equipos multidisciplinares”, es decir, hemos priorizado resolver nuestras propias necesidades e intereses corporativos, a costa de poner parches y olvidarnos de las personas. La verdad duele.
4 comentarios sobre “Honestidad ocupacional”
Texto muy contundente, Dani, aunque partes de una definición de la profesión que, muy a mi pesar, no todos lxs terapeutas ocupacionales comparten. Por eso es tan necesario poner en diálogo y discusión la propia definición y compromiso de la profesión, tal y como propones. Como siempre, gracias por la reflexión. Un abrazo compañero
Gracias Silvia! Sin duda tenemos que ponernos a ello, a debatir de verdad sobre los elementos clave de la definición de nuestra profesión, sus conceptos centrales y sus valores, porque de ello se derivan nuestros compromisos y nuestra legitimidad ante determinadas problemáticas. Un debate imprescindible!
un abrazo!
Gracias por compartir tus reflexiones, que sin lugar a dudas, nos interpela a realizar una reflexión crítica de nuestra profesión….Una WOFT que llama a pensar en políticas de derechos pero que en sus acciones no tiene en cuenta la diversidad y por tanto deja afuera de toda participación a todos aquellos que no hablen inglés. Desde ya que abriremos el debate y esto circulará, como Directora de la Especialización en Terapia Ocupacional Comunitaria de la Universidad Nacional de Quilmes y como docente de la Lic. EN TO me comprometo a continuar la reflexión crítica y a abrir espacios de debate e intercambio de miradas. Gracias nuevamente
Unas reflexiones muy importantes, Daniel.
Intendo añadir mis reflexiones, en un español poco coherente!
Pues, para mi se trata de una pregunta de alianzas profesionales y de responsabilidades, o sea, como nos vemos a nosotros mismos lots terapeutas ocupacionales. El papel del profesion, enfocar en la vida cotidiana y hace posible lo ;hacer; parece muy sensillo y complejo a la vez. Pero, que es lo que llamamos vida cotidiana?
Parece que como profesion todavia tenemos una vision clara de lo que esta incluido y lo que no esta incluido. Lo que si esta incluido, son experiencias, conocimientos, y reconocimientos semejantes a nuestros propios conocimentos. O dicho en otras palabras, hay vidas normales y vidas poco normales, con que la profesion no puede relacionarse sin dificultad.
Pero, en que se trata esta dificultad? Tengo unos pensamientos, para continuar el debate que empezó Dani.
Para mi, haber sido un extanjero en muchos paises hace casi 15 años, tiene que ver con una necesidad casi integral en la gente, a nombrar las cosas, y la gente, que la rodean y clasificarlas. Parece que hay dos categorias de clasificación mas o menos universales: hay una categoria para lo que puedo reconocer como parte de un ;nosotros; y una otra categoria para lo que no puedo reconocer es parte de ;nosotros; y entonces se vuelve en parte de un ;otro;
En antropologia se ha escrito mucho sobre la exoticisacion – un proceso de ver las cosas como algo exotico y ajeno. Pero, lo que se queda olvidado es que todas las maneras de vivir, de estar en el mundo, de construir y destruir vidad cotidianas, son normales. Normales, en el sentido de que forman (por bueno o mal) parte de la vida de alguien. Pues, lo que ese proceso de exoticisacion hace, es dividir. Y, lo que alguien puede reconocer es lo suyo (lo nuestro) oculte a lo que parece ser diferente, a lo que parece ser ajeno y poco normal.
Una pregunta que, para mi, debemos hacer, es qué podemos hacer, como terapeutas, academicos, escritores, o lo que sea, con el poder (un capital social por lo menos) que tenemos? Cual es nuestra responsabilidad, como ciudadanos, no más? Y cual es nuestra honestidad?
Saludos,
Dikaios